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martes, junio 17, 2014

Dejar de fumar

Dejar de fumar no consiste sólo en tomar una decisión, es un proceso que requiere una serie de pasos.

Este período preparatorio dura entre 8 y 10 días, aunque puede durar menos. El objetivo es que, durante ese tiempo, se reduzca gradualmente el consumo, para después abandonarlo totalmente.

Aunque se lleve mucho fumando, no se debe desesperar. Este proceso requiere tiempo para conocer por qué se tiene este hábito y por qué se quiere dejar.

Buscar un motivo
Ningún método es eficaz si no se tiene la firme convicción de que se quiere dejar de fumar. El primer paso es estar absolutamente convencido de que la persona no quiere seguir fumando. Y ello se logra teniendo un motivo. No todo el mundo tiene la misma razón para dejar de fumar. Cada uno se debe buscar la suya, que tiene que ser suficientemente poderosa e importante. Las hay tan consecuentes como: terminar con una costumbre dañina, ahorrar el dinero, recuperar el gusto y el olfato, quitarse el mal aliento, sentirte más saludable, respirar mejor, no sentirte tan agotado cuando se hace algún ejercicio, no tener por la mañana tos, coger menos catarros, evitar los peligros de cáncer, enfisema y enfermedades cardiovasculares que todo fumador puede tener. Hay mil fundamentos para abandonar este hábito. Una vez conocida esta razón, cada persona se debe repetir, una y otra vez, y pensar en su significado.

La justificación del hábito
Uno de los primeros problemas con los que se enfrenta el fumador es el intento de autojustificar su hábito. Ante esto, toda persona debe saber que el humo del tabaco tiene una concentración de tóxicos hasta 400 veces superior a la permitida en otros países en el medio ambiente. Otra de las cosas que debe tener en cuenta alguien que quiera dejar de fumar es que el tabaco no mata rápidamente, todo lo contrario, las enfermedades que produce fumar son lentas y provocan un deterioro progresivo de la salud y después, años de sufrimiento. Además, cualquier fumador tiene el doble de probabilidades de morir antes que de disfrutar la vejez saludablemente. Excusas como, "me relaja", "me ayuda a concentrarme", "mantiene mi línea", "ya es tarde, el daño está hecho", lo único que produce es una falsedad en el comportamiento.

Los tres ganchos
Los fumadores están atrapados al cigarrillo de tres maneras. Primero, por la dependencia física a la nicotina. Después, por la dependencia psicosocial y, por último, por el hábito mecánico y automático. A todos estos condicionantes hay que añadir los cigarros que se fuman diariamente; si se multiplican por los 365 días del año y por el número de años que se lleva fumando, por ejemplo si se fuman unos 20 cigarros diarios durante 15 años, se habrá sumado un total de 109.500 veces. Pero, además, un fumador medio aspirará unas 200 'caladas' al día, lo que representa 6.000 al mes y 72.000 al año. Es lógico que este movimiento sea tan automático y se realice solo, inconscientemente. Se fuma una gran cantidad de cigarros sin darse cuenta y hay varias formar muy útiles para romper la costumbre.

Lo primero es llevar a cabo un autorregistro de todos los cigarros fumados. Hacer varias fotocopias de la hoja de autorregistro e introducirla en la cajetilla. Apúntarse, cigarro a cigarro, la hora en que se fumas, las ganas que se tenían y el motivo por el que se hacía.

Después, forrar una cajetilla con un papel adhesivo de color chillón (naranja, amarillo) y no usar otras cajetillas. Cuando se compre una nueva caja, hay que traspasar los cigarros a la 'caja especial' y tirarla. Además, hay que mantener siempre cerrada la 'cajetilla especial' con dos elásticos. Esto romperá de tal manera la situación habitual, que se recuperará la conciencia de lo que se fuma. De esta forma tan sencilla se logrará, al menos, disminuir la costumbre, pues muchos de los cigarros que se fuman no son producto del deseo o la necesidad sino, simplemente, de la inconsciencia (la persona ni se entera de lo que se está fumando). Vencer la dependencia psicosocial

Además, el cigarro va asociado a gran cantidad de situaciones, como tomar un café, hablar con los amigos, sentirse nervioso, etc. Situaciones todas que, cuando se producen, invitan a fumar. En esto último consiste la dependencia psicosocial. Para lidiar con ésta, son muy útiles dos cosas.

Primero, conviene hacer un cambio más global en la vida de cada persona (en algunas cosas puede que temporalmente), que no sólo sea dejar de fumar. Cambiar el café y el té por una infusión no estimulante (tila, manzanilla, menta, etc.); cambiar el aperitivo con alcohol por un refresco (sin azúcar) o comenzar a levantarte más temprano para hacer una tablita de ejercicios respiratorios y gimnásticos. En general, cambiar todo aquello a lo que pueda estar asociado el cigarro y que, por lo tanto, incite a fumar (esto se descubrirá gracias al autorregistro). Estos cambios disminuyen las ocasiones que 'invitan' a fumar.

También es conveniente' hacer campaña' y poner al corriente a los amigos de la decisión tomada. La gran mayoría ayudarán, a su manera, de diferentes formas pero, sobre todo, hay que pedirles ánimo y que recordarles el compromiso ¡que no ofrezcan tabaco!. Algo fundamental al dejar de fumar es hacer una dieta ligera. Comer con moderación y procurar evitar picantes, comidas abundantes y no comprar cosas para picar (chocolate, caramelos, bolsas de patatas, etc.).

Vencer la adicción
Aún queda la nicotina. Aquí lo importante, sobre todo, es perder el miedo al denominado 'mono' (síndrome de abstinencia). Ninguna experiencia de prescindir de la nicotina es insoportable o insuperable. Muchos fumadores no experimentan la abstinencia y, en otros, no pasa de unas ligeras molestias. En cualquier caso, su duración es de 10 a 15 días. ¿Que no se es capaz de aguantar? Seguro que en la vida una persona ha superado circunstancias más adversas.

El día- D
El día en que se deje de fumar totalmente, y hasta aproximadamente los cinco días siguientes (generalmente no más), conviene seguir estas indicaciones:

Primero: beber mucha agua a lo largo del día. El agua es fantástica. Ayuda a acelerar la eliminación de la nicotina del organismo (limpia). Además, crea una sensación de saciedad que disminuye el ansia de cigarrillos y no engorda. Y, por último, beberla durante todo el día mantiene atareada la boca y las manos (algo que echan mucho de menos los fumadores al principio).

Segundo: aprender un sencillo método de relajación. Con él se controlará la ansiedad generada por la falta de nicotina. Sentado cómodamente, con los ojos cerrados y respirando pausada y suavemente, se logrará alcanzar un grado suficiente de relax. No obstante, puede que se piense que el estado de ansia por la nicotina es demasiado fuerte. Si esto es así, hay que decírselo al médico. Éste podrá valorar la dependencia y recetar el chicle o el parche de nicotina. Pero se debe mantener cierta precaución, ya que se trata de un medicamento con ciertas contraindicaciones. En ningún caso hay que autorecetarse y siempre se debe seguir las indicaciones del médico.

Señalar el día-D
Desde que se comiencen con los preparativos, y se vaya reduciendo el consumo de tabaco, se debe tener en mente un día concreto (el día-D) para dejar de fumar completamente. ¿Qué día dejarlo? Los expertos siempre aconsejan no elegir épocas de estrés (exámenes, exceso de trabajo, etc.) para dejar de fumar. Pero no existe el día perfecto. Quizá un fin de semana pueda ser una buena opción, ya que de viernes a lunes se tiene tiempo para dejar atrás el síndrome de abstinencia y se dispondrá, además, de más libertad para hacer los cambios de costumbres necesarios. Pero, sobre todo, hay que recordar que no se debe alargar más, no es conveniente estar más de dos semanas en esta fase de reflexión, pues se corre el peligro de volver atrás. Una vez designado el Día-D hay que considerar éste como inaplazable bajo cualquier circunstancia.

Recomendaciones

- Masticar chicle sin azúcar.
- Chupar una barrita de canela.
- Picar trocitos de zanahoria, fruta o similar.
- Chupar caramelos sin azúcar.